Lo primero que te viene es el miedo. El miedo a cualquier cosa en realidad: el miedo a perder, el miedo a no tener éxito, el miedo al fracaso, el miedo a no ser amado, el miedo a no ser reconocido. Da un poco igual el miedo qué forma adopta; puede ser miedo al desamor, miedo estar solo… Y si miras atentamente al miedo, en realidad lo que ves es que es un cepo. Con ese cepo lo que está ocurriendo es que de antemano nos estamos imponiendo el resultado de ese miedo. Es como un cepo que te impide accionar.
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Lo que no nos damos cuenta es que cuando uno tiene un cepo encima, no es capaz de tomar decisiones desde una perspectiva neutra, más aséptica. Tan sencillo como estar en tu centro, sabiendo que aún no hay ningún resultado y que todas las proyecciones que tú puedes hacer de lo que puede ocurrir -que es correcto y está bien hacerlo- son visiones mentales que uno tarda en aprender a controlar. Eso no quiere decir que cuando uno ya está su centro consiga eliminar por completo las visiones negativas de lo que mi acción pueda traerme. Es al revés: podemos tomar decisiones porque no tenemos un cepo en el tobillo. Sin duda alguna es una posición bastante más sana y saludable a partir de la cual poder tomar decisiones.
Al final lo que nos queda es que, si nos quitamos el miedo encima, nos quitamos el único y auténtico enemigo que tenemos para hacer cambios y empezar realmente andar hacia tu felicidad.
Cuando uno no tiene miedo fluye mucho más con la vida porque al final te das cuenta que nada es tan importante; todo se puede amoldar. Tú no estarías aquí si no hubieras comido los suficientes días como para llegar hasta aquí; o sea que, a partir de esa base, lo demás es secundario. Pero para eso hay que anteponer un principio muy importante: hay que anteponer la vida y a querer vivir la vida… a la situación vital.
Sin duda que en ese salto cambian cosas, eso es inevitable, porque si no, nos quedamos donde estamos y ya está todo dicho, ¿no? Y sin embargo, cuando uno antepone la vida empiezan a ocurrir cosas mucho más mágicas de lo que uno podía haber imaginado. ¡Claro que cambian cosas, eso no lo duda nadie!
La pregunta es si esas cosas que ocurren han sido para aportar mayor felicidad a tu vida… o no. Si esos cambios han redundado en un mayor grado de felicidad (entendiendo que cada uno toma sus decisiones y que todos somos responsables de nuestro camino y de nuestra vida), pues yo creo que los cambios habrán merecido la pena.
Quizás el peor miedo de todos es el miedo a la imagen que proyectamos en nuestro entorno. El reconocimiento en la mirada de otro es tan básico y tan necesario para nuestro desarrollo, que tememos ver algo que no nos guste o, por contra, tenemos que vean algo que no les guste. Romper esa imagen personal y liberarse de la esclavitud de un personaje al que todos estamos sometidos por el simple y mero hecho de existir, de estar, de ser. Proyectas algo quieras o no; eso que se llama Marca Personal y está tan de moda en el mundo del marketing.
El tema es que no nos damos cuenta que todos nosotros llevamos encima una “marca personal” que es simplemente la imagen, la proyección que nosotros hacemos de nosotros mismos, pero con todos los aspectos de nuestra vida. Esa es la clave: no sólo en el plano físico, sino también en el emocional o en el energético.
Tú seguro que conoces a muchas personas que con su mera presencia crean un ambiente más tóxico, o más vibrante, más sereno… Todos tenemos esa capacidad, ese halo que expandimos a nuestro alrededor. Y por lo tanto, inconscientemente sabemos que nosotros también estamos ahí y también estamos proyectando un “algo”. Y eso ya no nos gusta tanto, porque como no controlamos esa proyección que hacemos desde nuestra energía, tememos hacerlo mal. Y ahí empieza todo el “firulillo” de la mente.
Una de las claves para resolver eso es volver a conectar contigo y las sensaciones que tienes con tu cuerpo y, por lo tanto, cómo tu cuerpo se expresa. O la observación de tus emociones desde un punto de vista más neutro. Eso no quiere decir que te expreses como te tengas que expresar, pero sí empezar a darte cuenta (desde una segunda atención) de lo que estás diciendo en realidad. Y no digamos ya de los pensamientos, ésa es mucho más fácil de ver. Cualquiera que haya meditado lo sabe.
Así que sí: gran parte de la razón por la cual estamos tensos por dentro es por el miedo al qué dirán. Bueno, últimamente tenemos miedo a muchas cosas, incluso miedo a respirar, miedo a tocar.
Son tiempos de cepos, así que hazte una lista de tus miedos, a ver qué hacemos con ella…